Te convierto en mi fiel amigo
el compañero invisible
que escarba en las viejas raíces
con el deseo de la quietud abrupta.
Te abrazo entre sedientos dedos leñosos
con la esbeltez quejosa de los días
que acelera el tiempo pasado
y escapa de mis segundos de realidad.
Te cuento los celos de mis entrañas
sin esperar ni media palabra
y escuchar el silbido incesante
que ahueca entre tu hojarasca.
Te acompaño sentada a tus pies
esperando tu sombra alargada
en el refugio de tus ramas frondosas
que acunan el dormir de mi alma.
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