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domingo, 29 de agosto de 2021

MICRORRELATOS PARA EL VERANO: SIEMPRE MEDEIROS. EPÍLOGO

 

Como todos los veranos, comienza el regreso a esa vida entroncada año tras año con los pasos que conforman los caminos que poco a poco escriben la existencia de todos. Sin saber muy bien la razón, hace más de un mes que decidí hacer esta pequeña catarsis sobre lo que se había quedado atesorado en el corazón para siempre. Muchos años más quedan en el tintero de este ir y venir de mi familia, donde encontrábamos ese paréntesis para aprovechar tantos días de ausencias y esperas para volver.

Vinieron años después, las ausencias reales y sus despedidas definitivas. La demora en revivir la casa de mis abuelos que ya no estarían nunca más. Comenzaron las distorsiones que producían las casas que se iban cerrando necesariamente y los barrios cada vez más ausentes de sus vecinos.


Mis abuelos no pudieron ver como aquel hilo mágico ha permanecido en mi vida con esta aldea que tanto ha significado siempre. Les he contado tantas veces sentada en la escalera de siempre, que la vida nos ha regalado más momentos de conexión con su querido pueblo. Que en verdad, a pesar del tiempo y de tantas cosas vividas, sigue siendo mi refugio para encarar la vida a pesar de todo. Que su casa sigue siendo el vínculo con todo lo que significaron. Mi abuela siempre sonreía cuando ya viuda sabía que Sariña cuidaría de su casa.

La vida sigue siendo hermosa gracias a tantos recuerdos que nos dejan. Una escalada vital a esas enseñanzas de amor inmenso concentrado en menos de un mes al año. Y junto a la necesaria nostalgia de la vida que no vuelve atrás, retomar el camino para que los pasos sigan empujando ese rimar con el pasado que nunca vuelve pero que ya nadie te podrá quitar.

Medeiros ha significado muchísimas más cosas. Crecer a saltos de un año a otro. Contribuir a ese espíritu de familia permanente donde reunirse, aunque sea arañando unos pocos días. Amansar la ansiedad de las luchas diarias para apaciguar el vértigo de las ciudades. Y lo más importante, el sentimiento de pertenecer a un origen propio e intransferible. Como esa habitación propia de la escritora desde la que poder contar lo mejor de uno mismo y donde guardar en pequeños cajones los instantes decisivos e inolvidables para ir decorando la estancia de cada día.



Posiblemente este tenía que ser el año para reordenar las vivencias pasadas. Ha sido el año de regresar con el último deseo de mi madre para reposar junto a mi padre en su tierra eterna. Un año para cerrar ciclos y para abrir otros, y para ambas cosas el mejor lugar sigue siendo Medeiros.

Desde las mismas escaleras por las que veía subir a mi abuelo con ese ritmo pausado o donde se sentaba mi abuela mientras esparcía los granos de maíz para sus queridas pitas, respiro nuevos amaneceres deseosa de llegar a esos atardeceres rosados del tiempo. Todo no sigue igual, pero permanece para siempre. En realidad, sigue siendo lo más importante. Permanecer para dejar a mis hijas los mejores sentimientos que quedaron a mi cuidado. Entre el respeto a mis mayores y la lucha por prosperar de cada uno de nosotros.


A pesar de los años y de la vida, la esperanza entre el pasado y el futuro sigue viajando entre las calles de mi aldea. Será por eso que Medeiros te enreda entre sus caminos. Diversos y diferentes, donde encontrar siempre el preferido para acunarte en las penas y enseñarte la alegría del buen andar. Porque, en cualquier momento, siempre estará la cancela abierta para entrar o la huerta para seguir soñando con la tierra o los tejados repletos de añoranzas. Una forma de entender la vida siempre. Tal vez porque Medeiros sigue siendo siempre...





3 comentarios:

  1. Muy bonito, Sara. Me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo en tu blog.

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    1. Gracias Joanna, es un placer compartir sentimientos y vivencias que nos arrastran a lo mejor de nosotros mismos. Un abrazo!!

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Muchas gracias por tu comentario. Nos leemos!!