Algunas de mis pisadas...

Mi foto
Pontevedra, Pontevedra, Spain

jueves, 5 de agosto de 2021

MICRORRELATOS PARA EL VERANO: ATRAVESANDO EL PAÍS

 

Los viajes a nuestra querida tierra gallega se impregnaban de un ritual genuino en nuestra familia. Los pequeños regalos para mis abuelos, siempre bajo el criterio de mi madre, que pensaba en las necesidades de sus padres o aquellas pequeñas cosas que seguro harían ilusión a mi abuela. También significaba el inicio de las vacaciones de mi padre. Un tiempo de energía que mi progenitor sabía vivir intensamente con madrugones para preparar las maletas. Mi padre era un experto en empaquetar. Sacaba sitio para todo y añadía un orden impoluto que se agradecía a la hora de deshacer la maleta en destino. Tanto es así que, con el paso de los años, toda mi familia, incluida mi madre, hemos echado de menos a papá a la hora de viajar. 


Nuestro inicio del largo viaje comenzaba en el andén de la estación de trenes de Valencia. Mi infancia está llena de recuerdos en los andenes, controlando las maletas, el nerviosismo de no llegar tarde, los pitidos del jefe de estación anunciando la salida del convoy y de ese movimiento siseante que parecía acunar todas las emociones para llegar a destino. En mi maleta iban encerradas todas las prendas que serían bien usadas en la aldea. Comodidad para corretear por los caminos agrarios y las excursiones al río. Pero también los imprescindibles vestidos para los días de las fiestas patronales, que en nuestro caso, contábamos con dos y, claro, ambos merecedores de sus celebraciones.

Teníamos por delante la primera fase para llegar a Madrid. Casi la mitad de los kilómetros que nos separaban de Medeiros eran superados en la capital donde esperaríamos la salida del expreso nocturno que nos llevaría hacia el norte. Era el momento de perder de vista la tierra arcillosa y rojiza del mediterráneo para comenzar a fotografiar con la retina esas primeras planicies castellanas adornadas con los regordetes chopos que dejaban su verdor a aquellos campos llenos de girasoles y cereales. Comenzaban las charlas con mi padre entre los anecdotarios del trayecto y los pequeños datos sobre los pueblos que íbamos dejando atrás. Como era de esperar, pronto llegaba el momento de hacer buen provecho con los estupendos bocadillos que mamá había preparado a primera hora, incluidos en la bolsa de viaje que aliviaría las horas del trayecto para llegar espléndidos a Madrid. Allí sería el momento de hacer una merienda cena y hasta incluir algún estupendo dulce para la noche en el tren.

A papá le encantaban los bocadillos de mi madre. Hechos con el esmero necesario y cuyo resultado era un sinfín de bocados suculentos y crujientes que dejaban un placentero sabor.

Así pasaban las horas que, con alguna que otra cabezada en el brazo de mamá, acercaban el lugar donde volveríamos a recoger las maletas y dejar pasar unas cuantas horas más para retomar el ritmo constante de aquellos trenes.

Como siempre, mi padre era el primero en ponerse de pié para comenzar a bajar los bultos de aquellas estanterías en lo alto, donde colocábamos las bolsas de mano. Todo preparado para salir ordenadamente pero sin pausa al andén de la gran estación. A partir de ahí, esperábamos que llegara el carro con las maletas donde cada uno de los viajeros hacía acopio de su equipaje. Tras el recurrente comentario de mi padre sobre el poco cuidado en la colocación de esa frágil torre de maletas, llegaba el momento de relajarse en la terminal de trenes. Era el tiempo de espera para aprovechar ciertos entretenimientos y recorrer las calles colindantes de aquella ciudad que siempre acogía nuestro viaje veraniego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por tu comentario. Nos leemos!!