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viernes, 20 de agosto de 2021

MICRORRELATOS PARA EL VERANO: CUMPLEAÑOS EN MEDEIROS


Como en cualquier otra familia, aquellos días de vacaciones coincidían con alguna celebración de cumpleaños de alguno de sus miembros. En nuestro caso era el de nuestra querida tía Luisa. La hermana de mi padre tenía un motivo especial para reunir a todos sus hijos, hermanos y sobrinos para este día especial. Los primos sabíamos de esta celebración y teníamos esa cita bien apuntada para acudir hasta la casa del Valeciño donde estaba ya completa toda la familia Revinva. Una casa llena de actividad con todos los hijos de mis tíos, que siempre sabía a cientos de conversaciones con unos y con otros. Nuestras primas Dominga y Mercedes, que en aquellas ya tenían a sus primeros hijos, eran las que venían de más lejos para reunirse, como cada año, con el magnífico clan familiar. En aquellos años, sus recorridos vacacionales pasaban también por las tierras andaluzas de sus maridos, siendo un verano lleno de los deseados kilómetros de viaje con el único objetivo de reencontrarse con sus queridas familias.

Después llegaban los demás, que habían iniciado su vida en tierras catalanas y que por proximidad, en mi caso, teníamos algún encuentro más allá de los veranos en Medeiros. Siempre recordaré las visitas de mis primas Marina y Puri a nuestra casa de Valencia. Para mí era una gran alegría. Acostumbrada a mis vivencias tan estrictas con la familia, contar con la visita de otros miembros familiares era una genialidad. Con Puri, la más joven de las hijas de mis tíos, comenzaba a descubrir esos detalles tan interesantes sobre los arreglos femeninos. Me encantaba ver su neceser que olía tan bien, a esos sencillos maquillajes de juventud que dimensionaban aquellos ojos tan vivos de mi prima. O la visita a la tienda de vaqueros del barrio donde se probaba los últimos pantalones de moda que tan bien le sentaban. Y Marina, un lujo de persona para enternecer tantos sacrificios que la posicionaban como la buena cuidadora de sus hermanos en Barcelona. Independiente, trabajadora, llena de proyectos por ir cumpliendo. Su estupenda formación como peluquera fue buenamente aprovechada por nosotras, sus primas más pequeñas, para contar con un pequeño servicio muy personalizado de peluquería. Siempre me ha costado cortarme el pelo. Y siempre ha sido ella la que, finalmente, me animaba en aquel entuerto del cambio de look. Las benditas tijeras de Marina siempre hacían el milagro.

Finalmente, contábamos con nuestro primo Manolo, el pequeño de la saga familiar y con el que compartimos los primeros bailes de juventud y su inagotable amor a la música. No había mejor lujo que contar con una de aquellas cintas de magnetofón donde recopilaba muchas de las canciones que después escucharíamos en nuestras ya posteriores visitas a las discotecas de la época. Con toda aquella diversidad, era de entender que el bullicio de las casa de nuestros tío siempre estaba llena de la intensidad de las reuniones propias de las familias numerosas. Con el recuerdo de mi padre acudiendo aquella tarde a casa de la tía Luisa, ya que había celebración, allí me presentaba con mis primos por parte de mi tía Mercedes para felicitar a nuestra tía Luisa. Era la oportunidad de verlos a todos. Las pequeñas conversaciones sobre como había ido el año, de cómo habíamos crecido todos y de ir conociendo a los bebés que iban aumentando la familia Revinva.

Mi padre disfrutaba de esas pequeñas reuniones que unían cada año su vínculo con sus hermanos. Él era el hermano mayor y el primero que salió de su tierra tras pasar por aquella negra experiencia de la guerra civil. Me acuerdo cuando llegaba el tiempo de las celebraciones navideñas que mi padre se presentaba en la mesa del comedor con aquella libretita de siempre para completar las participaciones de lotería con el nombre de cada uno de sus hermanos y la cantidad que jugaban por cada décimo de Navidad. Todo un intento de repartir las pequeñas ilusiones de la vida. También hay que decir que ante la falta de suerte en estas cosas de los juegos de azar, mi padre era el campeón en los deseos de salud que, por otra parte, era lo más importante para garantizarnos una nueva celebración en las vacaciones del año siguiente. Todo seguía bien. Y los años seguían sumando lo más importante, la unión de las buenas familias.

Aquel año mi padre llegaba con una novedad. Mañana iríamos a pasar el día al río. Apuntados quedaron mis tío y primos para aprovechar esos últimos días de agosto y degustar una buena sardiñada. Menuda alegría. Mamá se quedaría en casa para ayudar a su madre en los pocos días que ya iban restando en Medeiros. Pero yo acompañaría a papá en su reunión familiar. Menudo día nos esperaba!!.

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