Marchito mi tiempo restante
como hojas agrietadas de otoñoque saben a pisadas oscuras
sedientas de la calma en mi rostro.
Presiento la llegada del dolor
que acompaña demasiados reposos
como la sal que escuece demasiado
en la brisa de peina mis enojos.
Rompo mi deshilachado miedo
ocultando palabras que soporto
sabiendo que en la revuelta
me espera con sus manos
la absurda pena de mis ojos.