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miércoles, 28 de julio de 2021

MICRORRELATOS PARA EL VERANO: LA BALSA DEL PUEBLO


Entre todos mis recuerdos veraniegos se encuentra esa evolución silenciosa de cada uno de los lugares donde amasaba mi tiempo estival y que tras  el laborioso invierno nos recibía con las importantes novedades de cada año. En nuestro pueblo de veraneo se pasó en tan solo una productiva anualidad, de la balsa de agua cristalina y fría a una estupenda piscina municipal para la alegría y el disfrute de todos. Aquel primer año de inauguración fue todo un acontecimiento que compartir casi bajando del autobús a nuestra llegada. Con el compromiso de mi madre que allí iríamos a la primera oportunidad, el contento y bullicio de mi pandilla se tornó en nerviosismo para fijar día. Para nosotros era facilísimo, mañana mismo...Cuánta prisa llenaba nuestra infancia inquieta!!

Por supuesto que la primera mañana de las vacaciones fue nuestra cita ineludible para visitar, por primera vez, la inmensas piletas con su característica agua azulada y ese inconfundible olor a cloro que tanta seguridad daba a nuestras madres sobre la salubridad de aquel estanque artificial. Con los preparativos domésticos de mi madre,  bocadillo y agua imprescindibles para la intensa actividad que nos esperaba, comenzaban mis compromisos con toda una lista de cacharrería acuática para adornar las inagotables zambullidas que nos esperaban. Flotador, pelota hinchable, gafas de buceo, manguitos para las zonas más profundas....y la novedad del año, las pistolitas de agua. Un invento imprescidible en las novedades veraniegas. Además, contábamos con la aportación de una macro colchoneta, generosidad del padre de una de nuestras amigas tras dejarse media capacidad pulmonar para llenar toda esa extensión abultada que casi se convertiría en el islote de nuestros juegos. Recuerdo que, menos mal, para el segundo día contábamos con esos geniales fuelles para inflar, nuevamente y sin riesgo para la salud, esa colchoneta del demonio.

Las horas se hacían cortas en la piscina. Entradas y salidas continuas, ahogadillas que en algún momento terminaban en enfados, las paradas obligadas a la orden de mamá..... "sal ahora mismo del agua!! Estás tiritando de frío...tienes los labios ya morados, niña..." Quien pudiera regresar a esa limitación de energía de la mano de mamá, a ese aprendizaje sobre los equilibrios a tantos excesos que la propia vida te deja a un paso de tus propias decisiones.... 

Tras la parada incontestable para almorzar, también llegaba el corrillo para contarnos todo aquello que conformaba nuestra existencia veraniega. También servía para amigar las pequeñas diferencias en los excesos con la linfa acuática y jugar una partida a las cartas con aquellas entrañables barajas de dibujitos donde aparejar las familias del mundo. 

Tras preguntar por enésima vez si habían pasado las obligatorias dos horas para la digestión, llegaba el momento de volver al estado acuático con el que terminaríamos una jornada más y la retirada con paso mucho más tranquilo, tras agotar buena parte de la energía en un solo día. Qué contestos volvíamos a casa. Casi sin terminar, ya estábamos buscando la promesa de volver al día siguiente. Toda una necesidad de repetir cada uno de los segundos que sabían a dicha en la piel. Un requisito que nos parecía tan natural que cualquier negativa suponía esa lógica pregunta de cualquier niño: ¿ por qué nooo....?

Tras llegar a nuestras casas llegaba la despedida transitoria para rehacer nuestra apariencia con una buena ducha, cambiarse la ropa y darle una pausa a la tarde que ya tornaba en incipiente nocturnidad. Eso sí, el primero que estuviera listo era el encargado de ir llamando al resto. Todavía nos quedaba una larga y lozana noche de verano para seguir trasteando con la vida.

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