entre cortezas férreas y heridas
que repican las batallas de tus caricias.
Deslizo la puntilla del recuerdo inmenso
para acariciar entre juegos sedientos
los segundos hambrientos de mi amor.
Nada se queda en la estancia del fuego
con dilación del tiempo que pasa
rimando el ingrato sonido del reloj.
Preparo unas nuevas enaguas cetrinas
donde bordar la escarcha serena
para abandonar las palabras que te llaman.
Queda desnudo y famélico de hojas
el arbol de nuestra esperanza intacta
donde acurrucar los sonidos del alma.
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