
Un brinco de palabras sin prisa, un juego de juegos sin piezas que arremeten con agotadores bocados del pasado que aspira a principio.
Una tarascada clamando, una vez más, con el cuerpo inerte en las ramas de la realidad.
Gajos, casi ya otoñales, que dejan la palabra enganchada en cada semilla dormida de eternidad.
Será el principio de un nuevo tiempo, de una nueva mañana fresca y clara, porque hasta las nubes blancas en sus cantos, saben a esperanza.
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