Un gran fuego atiza a las piedras, resaltando cada color de sus diminutos cristales.
Todo es pequeño, para agrandar un sueño real, más allá de la limitada vista.
El viento sigue empujando, con algo de ternura, besando en cada susurro a alguno que se encuentra. Son hojas verdes mecidas, como en un vaivén estelar, medio existente, medio olvidado.
Parece que el vaivén retoma recuerdos de los antepasados, como en un sonido eterno, tanto como la propia madre tierra. Y mientras tanto, mi mente se para, aprieta limitada mi vida, como si de eternidad vulnerable se tratara. Al final, es el mismo viento, que empuja y acalla...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario. Nos leemos!!